Desde que la película estaba en pleno rodaje y aún Alejandro González (que por alguna extraña razón ahora se llama públicamente Alejandro G. Iñárritu) no terminaba de sacarle brillo a su Oscar por Birdman que se comentaba que iba a ser una nueva experiencia cinematográfica, que iba a redefinir el cine como arte y muchas alabanzas más que se leyeron por ahí. Antes de estrenarse muchos alucinaban con las historias que nos llegaban de lo arduo que fue el rodaje, que la obsesión por el realismo del director había empapado a todo el equipo y que de verdad le habían pasado mal. De alguna forma ese sufrimiento de esta producción multimillonaria (US$135.000.000) los hacía más que merecedores de todas las estatuillas posibles. Así que fui tentado por los espíritus malignos de Hollywood y la vi con todas las expectativas posibles y… quedé muy decepcionado. En varios aspectos pero en 3 principalmente, que son los que voy a detallar a continuación. No pienso tocar las actuaciones, que en líneas generales están muy bien y tampoco caeré en la morbosidad de si Di Caprio merece el Oscar o no, yo creo que se lo merecía por ¿A quién ama a Gilbert Grape? de 1993.
La Dirección: se dio la casualidad que justo antes de ver esta película había visto de nuevo la anterior película del director, Birdman, y me di cuenta que se repetían encuadres y movimientos de cámara, señal clara de un manierismo por parte del director. Me explico, muchas veces el director en vez de realizar el mejor plano que comunicara la sensación o emoción que se necesitaba transmitir, buscaba el plano que más luciera su talento, a la sazón, los contrapicados al cielo, los movimientos laterales ascendentes de la cámara y el orquestar una toma continua que a veces, no se justificaba. En el fondo queridos míos, el señor González buscaba ser más eficaz que eficiente, es decir, quería destacar por su trabajo, en vez de que el trabajo estuviese bien hecho.
Otra falla de la dirección era que en muchas ocasiones la cámara se delataba, es decir, podíamos darnos cuenta que en la puesta en escena había una cámara y que lo que veíamos estaba siendo filmado. No siempre eso es una falla; Spielberg lo usa a su favor en Salvando al soldado Ryan en donde la guerra afecta la exposición del film y también desajusta las ventanillas por donde pasa la película, metiendo más al espectador en el fragor de la batalla. O en Network se nos mete dentro del mundo de la TV y se delata la cámara para separar los meta-relatos de la película. Pero en una película que se promocionó como un manifiesto de hiperrealismo, a tal nivel que no se usó luz artificial (una falacia, por supuesto) en donde la experiencia era tanto o más importante que el resultado, pues esa falta de coherencia es fatal. Punto en contra para el señor González.
La Historia: el guión pensado para tener muchas secuencias contemplativas y así permitirle al director engolosinarse con los planos que quisiera en un “salvaje marco natural” era…penquita. Un loco queda malherido, lo dejan por muerto, le matan el hijo, pero no estaba muerto así que vuelve por venganza. Como dijo un querido actor en una muy mala película de horror en la que trabajé: “ese tango ya lo bailé”. No hay nada nuevo bajo el sol…o bajo la nieve, es una historia de venganza basada en un hecho real, pero…el gran error está en tratar de tomar una historia entre tramperos del siglo XIX y tratar de hacerlos actuar de acuerdo a códigos morales del siglo XXI, introducir la idea del hijo muerto como motivación para la venganza en una sociedad en que el simple hecho de mirar feo te hacía merecedor de un balazo, pues…choca y hace que se pierda el sentido del relato en una historia manipulada para agradar ¡Otra vez, adiós realismo! Además, la película tiene hoyos argumentales profundos, sobre todo con la que involucra a los indios que buscaban a la mujer raptada y los franceses que la tienen.
La Fotografía: si bien hay que reconocer que la película está colmada de bellos planos de la naturaleza invernal y que es un verdadero infierno tratar de fotografiar con nieve…pues el ramillete de planos que verdaderamente te quitaban el aliento por su belleza eran aquellos en que había fuego…es decir, luz artificial, así que de nuevo se le cae el discurso de naturalismo señor González…y a mí no me engaña, en la parte en que se encuentra con el indio y hay 3 fogatas…¡pues también hay tres focos levantando el entorno!
En suma, fuimos engañados, nos dijeron que íbamos a ver una película que iba a cambiar nuestra percepción de lo que era el cine, nos hicieron creer que la tortura vivida por el equipo de producción y los actores vale la pena todos los premios que pudiese recibir, como si no supiéramos que tras la jornada de rodaje se iban todos a meter a un tráiler lujosamente acomodado para todos a comer cositas muy ricas. Nos dijeron que la fotografía no iba a tener luz artificial y sí la tenía y además, sostenidamente atentan contra el hiperrealismo que juraron defender. Malas noticias señoras y señores, el cine es por definición axiomática una ilusión óptica producto de nuestra debilidad fisiológica llamada persistencia retiniana (los otros animales no la tienen, solo algunos primates), por lo tanto tratar de ser “realistas” en el cine es una estafa o una meta imposible.
En el fondo, nos convencieron de que lo que nos presentaban era algo sólo digno para verdaderos cinéfilos y cultores del cine y quien no lo supiese apreciar era un zopenco. O sea, nos metieron en el cuento del traje nuevo del emperador y tal como en el cuento, quien osare denunciar el engaño correría el riesgo de ser tratado de imbécil.
Pero acá estoy, lancen su mejor piedrazo.