Les voy a contar una historia

by Rodrigo Muñoz Cazaux
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Es de esas historias que da gusto empezar; «Había una vez un equipo de fútbol humilde de una provincia pequeña». Nos encantan esas historias de David vs. Goliath, sobre todo cuando ese equipo que hace pocos años estaba en la cuarta división del fútbol de su país, se disponía a disputar la final de la Copa Sudamericana. Con sonrisas, esperanzas, ganas de triunfar, alegría contagiada entre todos y con el apoyo de muchos partían en busca de la gloria, esa con mayúsculas, porque si hay algo que nos gusta son esas historias de «Equipo pequeño viaja a jugar su primera gran final». Normalmente así comienzan las grandes épicas…esas con grandes héroes, esas que no se olvidan, esas que nos recuerdan a un Nicolás Massú extenuado y acalambrado abrazándose en el suelo con Fernando González tras la última pelota fuera que les dio el oro en Atenas, a Abebe Bikila terminando la maratón en Roma descalzo, a Gabriela Mistral recibiendo el Nobel en Estocolmo o, siendo más recientes, a Alexis pateando el último penal en la Copa América. Nos gustan esas historias porque de cierta forma todos sentimos que podemos ser esa persona sobreponiéndose ante todo para lograr algo, nos gusta ver que alguien que tenía todas las de perder, por ser pobre, por ser mujer, por no ser de la élite que siempre lo consigue todo, lo logra.

Hoy en la mañana me acordé de mi abuelo que había sido dirigente de Deportes La Serena durante muchos años, emocionado hasta las lágrimas porque su equipo había vuelto a primera división en 1987, porque es muy fácil ser hincha de un equipo grande de esos que levantan copas regularmente y se encargan de restregárselas en la cara a todos. Pero para ser hincha de un equipo chico, hay que tener resiliencia porque son más las derrotas que los triunfos. Pero esas historias que nos gustan tanto nos recuerdan que quizás algún día nos toque levantar una copa, ponernos una medalla al cuello o que la niña bonita te dé un beso a ti y no al cabro encachado del curso.

Es por eso que la mañana del 28 de noviembre del 2016 a todos nos dolió el corazón al enterarnos de la tragedia aérea del Chapecoense. A todos los que nos gusta el fútbol como expresión deportiva nos ha dolido el alma, porque todos hemos sido alguna vez el de abajo, el otro, el rival chico… el David, y ¡Vaya que se siente injusta esta tragedia! Nos duele en nuestros sueños, nos recuerda nuestras derrotas y nos dan ganas de gritarle a alguien que ellos, precisamente ellos, no se lo merecían.

Me encantaría contarles otro final, en que este equipo jugaba las dos finales con esfuerzo y con entrega, no sé si ganaban o perdían, pero sin duda habría sido un mejor final que el que tuvieron. Aún así, hay que contar acerca del Chapecoense, equipo chico de una provincia de Brasil, que viajó a disputar la final de la Copa Sudamericana para hacer historia y con una cruel jugada del destino se convirtieron ellos en la Historia.

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